RE-ENVEJECIENDO
02/11/2017 | Jose Antonio Suso
1917. Hace 100 años. Mientras Europa se desangraba en la I Guerra Mundial, Lenin sepultaba la dinastía Romanov o la China imperial se desmoronaba abrían por primera vez los ojos al mundo las más de 570 personas que en estos momentos son centenarias en Euskadi. Hace tres décadas apenas 80 personas llegaban a soplar las 100 velas de su tarta de cumpleaños.
El incremento de la esperanza de vida ha sido exponencial. Durante el siglo XX se sentaron las bases para lo que ha venido a llamarse “la democratización de la vejez y de la supervivencia”. Una constatación que supone un torpedo en la línea de flotación del auténtico desafío que, hasta hace poco, suponía llegar a los 100.
Varios factores han confluido para colocar nuestra sociedad, en palabras de algún investigador, “en la antesala de una revolución que la sociedad todavía no es consciente”. No en vano se pone fecha, la de 2050, a un hecho insólito que se producirá en el ámbito demográfico. Predicen para ese año que el número de personas mayores de 60 será superior al número de niños a nivel mundial.
De esos factores, los más reconocibles, son las revoluciones tecnológica y sanitaria así como las mejoras de las condiciones higiénicas y alimentarias. En ello, mucho han tenido que ver las políticas desarrolladas por las administraciones. El Gobierno Vasco destinará el próximo año en salud un 32% de los recursos públicos vascos a los que se deben sumar los dirigidos a la inversión en investigación, tecnología y políticas para promover la calidad alimentaria. Fruto de esas actuaciones públicas, el Plan de Alimentación que esta misma semana presentaba el consejero de Salud del Gobierno Vasco dirigido a mejorar los hábitos de consumo y a propiciar una alimentación más saludable en Euskadi.
Pero la moneda tiene anverso y reverso. Por un lado: una probabilidad de vida más larga y en mejores condiciones. Por otro: las consecuencias de poner patas arriba la pirámide de población para colocar, en su lado más estrecho, al grupo de población más joven y, en el más grueso, a la población de mayor edad. Ello tiene y tendrá claras implicaciones en el terreno de las pensiones, de los costes de salud, de los modelos laborales, de las estrategias educativas y de las nuevas actividades económicas que tendrán a la Tercera y Cuarta Edad como actores protagonistas. Sin duda, significará realizar cambios en las políticas sociales. Previsiones en las que ya están trabajando las instituciones vascas y alavesas. Actuaciones como las que concretará la Diputación Foral de Alava durante esta legislatura para ampliar de manera notable el número de plazas residenciales,además de las que están desarrollando en varios proyectos actualmente la iniciativa privada, o las políticas dirigidas a las personas mayores en todo el territorio alavés, substanciadas mediante la firma de convenios con los ayuntamientos del Territorio.
Política en estado puro dirigida a aumentar los índices de calidad de vida de los ciudadanos y las ciudadanas ahora que Tánatos se ve obligado a aplazar la partida, al menos unos años. Y que alegría nos da, por cierto.