¿DE QUÉ TE O(K)UPAS?
11/10/2018 | Jose Antonio Suso
No deja de tener su güasa que el movimiento “okupa” de Vitoria-Gasteiz jugara con el lema “zuei gustatu ala ez, nos okupamos de Gasteiz” para anunciar su jornada festiva?, reivindicativa?... del pasado sábado.
Sin duda, es un lema espejo. Cambiamos la “k” por la “c” (o no) e, incluso, el propio alcalde Urtaran podría poner sobre la mesa el mismo slogan como contestación a las críticas distorsionadas, para nada ajustadas a realidad, sobre la autorización o la negativa de uso del espacio público de la ciudad. Un espacio público que, como tal, es de y para todos. Efectivamente. Pero que también está sujeto a norma para cuidar y propiciar la coexistencia de iniciativas de diferente índole.
Y en el trasegar del asunto, el sorprendente aval al movimiento `K´ de determinados grupos políticos con representación en el ayuntamiento gasteiztarra que utilizan diferente vara de medir según sople el viento. El viento … electoral.
Le guste o no le guste al movimiento “okupa” ni la ciudad es suya ni cuenta con legitimidad para intentar hacerla suya. Tampoco es digerible que, escudándose en diferentes movimientos sociales como el feminista, el de pensionistas o el de la juventud en general, nos vendan el trágala de la ocupación como derecho; eso sí, adornado con el lazo de la celebración de varias onomásticas.
Respeto el color con que cada uno, con que cada una, quiera teñir su proyecto de vida. Faltaría más. Respeto las diferentes formas de entender la vida, las desiguales maneras de organizarse, las dispares opciones para divertirse o para participar en lo que denominaría “hacer ciudad”. Pero rechazo los videos injuriosos, los carteles insultantes, las pancartas repugnantes y una demagogia sin límites. He visto proyectos de autogestión en otras ciudades europeas que podría calificar como enriquecedores para las sociedades en las que se desarrollan. Son proyectos coherentes con su espíritu, con su génesis. Nacen fuera del sistema y se amamantan de sus propios recursos para crecer por caminos paralelos sin encontrarse en cruces de confrontación.
Aquí la propia `okupacion´ genera ciudadanos de diferentes categorías, no nos hace iguales. Estamos quienes aportamos a un sistema solidario y están quienes se intentan aprovechar de él.
Participar de las normas que nos damos todas y todos es lo mayoritario y lo habitual. Ir contra el poder establecido es legítimo, bien porque gusta ir a la contra bien porque no gusta la norma. Lo que no puede ser es querer saltarse las normas de todos a la torera y, al tiempo, exigir que la norma se adapte a los deseos de quienes no aceptan, por norma, las normas.
La democracia lleva implícita la aceptación de las mayorías y sus normas. Cruje no aceptar, incluso violentar, esas normas democráticas de la mayoría y, al tiempo, exigir a los demás la democracia que desprecian.
En Vitoria-Gasteiz los proyectos de autogestión nacieron marcados por la incongruencia que supone colocarse al otro lado de la línea del sistema pero aprovechándose de lo que el propio sistema ofrece. En lenguaje llano, la `ley del embudo´, para mí lo ancho y para ti lo estrecho. La anticultura de la democracia.