LO PRIMERO, LAS PERSONAS
16/04/2020 | Jose Antonio Suso
En la generalización se pierde el color y el calor que aporta la particularidad. Dicho esto y por no hacerle un feo a Achenwall, como padre de la estadística, citaré una serie de datos que nos permita hacer una composición global de situación. El 28% de los hogares vascos son unipersonales. 1 de cada 9 vascos vive solo. Es un 11% de la población. De ese porcentaje la mitad son mujeres que pasan de los 65 años, la mayoría viudas. En Araba la población mayor de esa edad se eleva por encima de las 65.000 personas alcanzando un 32% aquellas que han cumplido más de 80 años. En el territorio disponemos de más de 2.300 plazas residenciales públicas o concertadas a las que debemos sumar aquellas que proceden del sector privado no subvencionadas, que nos hacen llegar a 4.000.
El Covid-19 presenta muchas incertidumbres. También una certeza: el impacto que tiene entre nuestros mayores. El virus se está ensañando entre nuestros abuelos y abuelas. Su mayor índice de letalidad se sitúa entre las personas mayores de 80 años con patologías previas. Muchas de ellas se encuentran residiendo en estos centros sociosanitarios que son espacios de convivencia donde es más sencilla la propagación del virus, lo que incide en el número de personas fallecidas.
La semana pasada comparecía el diputado general ante los portavoces de los grupos políticos con representación en Juntas Generales de Alava. En esa “rendición de cuentas” telemática Ramiro González dejaba constancia del máximo objetivo: preservar la vida y la salud de los alaveses y alavesas, especialmente de los más vulnerables, evitar la expansión del coronavirus y poner en marcha medidas que nos ayuden a contener los perjuicios y dificultades, que ya se está ocasionando, todo ello con el máximo esfuerzo y trabajo que el ejecutivo foral está empleando desde la aparición del primer caso de coronavirus en nuestro territorio. También de las decisiones que se han ido adoptando desde el primer minuto para implementar recursos materiales y humanos en la lucha contra la pandemia. Manteniendo como prioritaria la defensa de la salud, la institución foral ha gastado un millón de euros en la compra de material sanitario de protección destinado a residencias públicas, privadas y al servicio de ayuda a domicilio a la par que reforzaba las plantillas de atención en los centros de mayores.
En esa sesión una parte de la oposición reeditaba actitudes lanzado un aluvión de críticas demagógicas en el que no se vislumbraba ninguna propuesta de colaboración, utilizando la pandemia y a nuestros mayores como arma arrojadiza sin empacho. Los mismos que critican tuvieron responsabilidades de gobierno en su momento en diferentes instituciones sin realizar grandes aportaciones a un sistema de servicios sociales que emergió de la mano de personas con criterio como Mª Jesús Aguirre.
Nuestro sistema de servicios sociales hace tiempo que cumplió la mayoría de edad. En los últimos 40 años ha evolucionado hasta convertirse en un valor envidiado por otras Comunidades Autónomas. En Araba se destina la mitad del presupuesto foral a este fin. Es evidente que nada es perfecto. En éste como en otros temas la pandemia ha puesto al descubierto fallas a las que habrá que darles solución. Pero hoy debiéramos coincidir en valorar el trabajo que han realizado y realizan todos aquellos responsables institucionales encargados de dotar y gestionar unos recursos que, en gran medida, han sido permitido afrontar una crisis sanitaria sin parangón.
Detrás de este drama hay personas con nombres y apellidos. Detrás de la fría estadística una realidad difícil de digerir. En esa abrumadora realidad aparecen píldoras que permiten aliviar el proceso digestivo. Destaco sólo una. La de los profesionales de los centros de mayores que, por voluntad propia y obviando lo propio, se han confinado con los y las residentes para formar un escudo contra el coronavirus.
Vivimos una situación de emergencia que nos exige a todos remar en la misma dirección. Sólo unidos podremos salir de esta