CARNAVAL, CARNAVAL …
23/02/2017 | Jose Antonio Suso
El PP se coloca ahora la máscara de la centralidad, la moderación y la interlocución para ocultar su pura esencia recentralizadora y su querencia por aplicar la política del rodillo si las circunstancias se lo permiten
Un año más suenan tambores de guerra. La batalla entre Don Carnal y Doña Cuaresma se decantará del lado del primero, al menos, durante los próximos cinco días.
En previsión de lo que se avecina hace ya días que se observa movimiento de quienes salen a la búsqueda de atuendo con que cubrirse o descubrirse este fin de semana. Aunque en las fiestas de Carnaval las posibilidades de elegir disfraz son numerosas y variadas, suele haber un denominador común para quienes se inclinan por adoptar la figura de un alter ego, antítesis de lo que realmente son. Así, se cuentan por centenares aquellos varones que lucen velludas piernas para acompañar cualquier modalidad de look femenino, estudiantes que se enfundan el buzo de trabajo o los más furibundos anticlericales que optan por una indumentaria eclesiástica en sus múltiples variantes desde la sotana de cura hasta el hábito de monja pasando por la modalidad papal. En cualquier caso, el pico de la fiebre carnavalesca remitirá el martes, con el entierro de la Sardina, aunque vuelva a reproducirse con vigor el próximo año.
En política hay quien está de Carnaval todo el año. Lo digo por quienes se colocan la máscara veneciana, como parte del disfraz, para ocultar su esencia más pura. El PP se ha colocado el atuendo de la centralidad, de la moderación, de la apertura al diálogo y a la interlocución. Así lo vienen proclamando sus representantes en Euskadi, en Madrid y los que siendo de aquí están allí.
Centralidad, moderación, interlocución son conceptos que el PP mantuvo rehenes durante el tiempo que gobernó amparado por una legítima mayoría absoluta. Una voluntad popular que sirvió de excusa para reconvertir al gobierno de Mariano Rajoy en un gobierno desbocado, carente de limitaciones para aprobar leyes que dieron la espalda al ciudadano. Manos libres para aprobar la ley Wert, la LOMCE, la “ley mordaza”, el “impuesto al sol”…
Es misma mayoría absoluta que sirvió para justificar todo tipo de atropellos contra la neonata legislación vasca, también con origen residenciado en la legítima voluntad del pueblo vasco. La actuación recentralizadora del gobierno del PP no ha tenido límites. Una tras otra las leyes aprobadas en el Parlamento Vasco se han estampado contra la fachada del Tribunal Constitucional por gusto de un PP que ha manifestado una auténtica obsesión persecutoria con lo vasco.
¿Cuál es la cara sincera y honesta del PP? ¿Cuál el disfraz? ¿La centralidad o el centralismo? ¿La moderación o el rodillo? ¿La interlocución o la interposición de recursos? Yo lo tengo claro.