EL TRIFACHITO

14/02/2019 | Jose Antonio Suso

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EL TRIFACHITO

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La situación política española está tomando una deriva que amenaza con transformarse en tormenta perfecta. Entre mega-olas, la del comienzo del juicio del procés y la de un debate presupuestario que, ya desde su inicio, no pintaba bien,  emergió la figura del relator para desatar una sobreactuada ira de la derechona española, ahora desmembrada, y el malestar explícito de algunas baronías socialistas que intuyen bajo sus pies la existencia las fuerzas telúricas; allí, en sus dominios.

Si la figura del relator nacía con vocación de distender y como oferta de diálogo, terminó sirviendo de excusa para la convocatoria de una manifestación entre inapropiados insultos (los del sr. Casado en mayor número durante tan breve espacio de intervención), acusaciones de alta traición hacia el presidente Sánchez y, para lo más nostálgicos, una vuelta a airear las siglas de la extinta ETA para ligarlas, esta vez, a las reclamaciones secesionistas catalanas.

En el llamamiento el PP obvia que en el epicentro de esta madeja enredada se encuentra un profundo fracaso del ejercicio de la política. Su propio fracaso en el escenario catalán durante el tiempo en que tuvieron responsabilidades de gobierno y no atinaron o no quisieron encontrar vías de solución cerrando la puerta al dialogo.

De tanto mirar hacia fuera olvidaron lo que tenían dentro de casa, lo que estaba tomado vida propia para, en ese abrir-cerrar cancelas y con el beneplácito de algunos de los que siguen dentro, aprovechar a salir al mundo bajo nuevas denominaciones; véase Ciudadanos, véase Vox.

Una generación de mediana edad que ha mamado de la misma teta y reutiliza viejas estrategias. Así apuesta por promover la movilización en la calle como arma arrojadiza contra un gobierno legítimo frente al uso de la iniciativa política que está en su mano.

Es una estrategia de doble derivada con la que se pone otro grano de arena para despejar incógnitas sobre quién romperá la cinta al finalizar la carrera emprendida para hacerse con la hegemonía de la derecha, ahora que han tenido que apretar el paso tras el despunte de Vox en Andalucía.

En la manifestación que iba ser “histórica” vimos en primer lugar un fracaso estrepitoso de número de asistentes, a los que habían convocado, previo aviso de asumir el coste del gasto de desplazamiento, en la madrileña plaza de Colón. Después unos discursos retrógrados y más propios de otros tiempos y regímenes. También unas imágenes televisivas donde se podía ver a un desnortado y descentrado Javier Maroto abriéndose paso a codazos para colocarse en la primera fila junto a Casado, Rivera y Abascal.

Otros, sin embargo, como Alfonso Alonso o Borja Semper se quedaron en Euskadi para asistir al homenaje de una víctima del terrorismo. Ser contrincante político no es óbice para diferenciar el talante de unos y otros miembros del mismo partido.

En Madrid Rivera evitaba la foto con Abascal a pesar de que sostiene a su partido en el gobierno de  Andalucía. Junto con Casado evitaron realizar declaraciones conjuntas pero exhibieron plumaje ante aquellos “españoles de bien” a los que habían convocado, en la que ya se conoce como la “manifestación del trifachito”.

Si el presidente Sánchez no lo evita, el clima político será insufrible. Si hacemos caso a la prensa del día, todo parece indicar celebraremos San Prudencio reflexionando y votando. Mañana lo sabremos.