MIRADAS PLURALES
17/10/2019 | Jose Antonio Suso
“Miradas antes y después de la desaparición de ETA”. Así tituló la Fundación Sabino Arana el seminario que organizó el pasado lunes y al que tuve oportunidad de asistir.
Compartí espacio con un público cualificado en una jornada que ofreció la posibilidad de escuchar emotivos testimonios. Entre otros, los de personas que han sufrido en carne propia la violencia terrorista como son Maixabel Lasa y Carmen Torres. Víctimas que han sabido abstraerse del odio para desarrollar una vida normalizada. Encontré palabras llenas de cordura que, en su origen, rezuman ganas de vivir por encima de la tragedia personal.
Cerró la mesa redonda el Lehendakari Urkullu para detallar los esfuerzos del Gobierno Vasco, vividos en primera persona, para propiciar una disolución de ETA en el menor tiempo posible.
Cinco palabras: “ETA nunca debió haber existido”. No por ser obvias pierden utilidad para hacer el mejor resumen de un periodo de nuestra historia en la que la inactividad y la indiferencia generaron un silencio cómplice que dotó de normalidad la percepción del ejercicio de una violencia que “cosificaba al otro”.
Comparto con los ponentes el “Deber de Memoria” que como sociedad tenemos. Memoria que, según se expresó allí, debe ser “beligerante, pedagógica y crítica”. Una Memoria que responda a las necesidades de las víctimas, de todas las víctimas. A la vez, una Memoria que exija la autocrítica por parte de todos para ser conscientes de los errores cometidos. Como se dijo una “Memoria para hacer justicia”.
Como es de justicia decir sin ambages que ETA engendró dolor y enseñó a odiar. Y acarreó una suerte de efectos colaterales que perduran aún en el tiempo.
En la lucha contra ETA el Estado de Derecho tomó el camino de “el fin justifica los medios” alimentando el discurso terrorista. El gobierno español certificó la partida de nacimiento del GAL. El sistema judicial tomó senderos laxos en determinados casos de tortura por los que fue censurado por instancias europeas en varias ocasiones. Se buscaron soluciones para que las penas fueran más penas que nunca. Eran los tiempos del “todo es ETA” que, hoy en día, siguen dejando su tufo en casos como el de Altsasu o la sentencia del procés.
Pero la hoja va impresa a doble cara. Con la desaparición de ETA la izquierda abertzale debe asumir su responsabilidad en el relato de lo que ha ocurrido en este País durante las últimas décadas. Eticamente están obligados a revisar su actuación durante todos aquellos años y denunciar de manera clara, firme y rotunda, como lo han hecho en otras ocasiones, los asesinatos que se cometieron. De lo contrario no podrán, aunque quieran, optar al “protagonismo de la paz”.
Sin olvidar el pasado me gusta mirar al futuro. Por eso finalizo con otro concepto que se puso sobre la mesa: “dar una segunda oportunidad”. Me aferro a el como mecanismo para romper tantas fronteras existentes hoy en día.
Al terminar el acto un amigo, y autoconfeso lector habitual de esta cita semanal, me recordó que la Fundación Sabino Arana próximamente publicará un número monográfico de la revista “Hermes” con el contenido del seminario. Os recomiendo su lectura.