DESDE EL CONFINAMIENTO
02/04/2020 | Jose Antonio Suso
La realidad a través del cristal. 20 días han sido suficientes para advertir el férreo vínculo que une realidad y cristal en estas jornadas de responsable confinamiento domiciliario.
Ante el cristal de la pantalla del ordenador, sesiones telemáticas que permiten mantener activo el ámbito laboral. Ante el cristal de la pantalla del móvil, las videollamadas para acercar a familiares y amistades. Ante el cristal de la pantalla del televisor y de la tablet, el seguimiento mediático de la crisis sanitaria y sus repercusiones.
Tras el cristal de la ventana, la constatación de que hemos optado por recuperar tiempo a cambio de perder en libertad de movimientos sabiendo que el aislamiento es la única vacuna disponible a día de hoy para poner freno al Covid-19 y a riesgo de caer en la tentación de parodiar a James Stewart mirando por una “ventana indiscreta” (para millennials y miembros de generaciones posteriores, poco dadas al cine producido en el siglo pasado, se exige repaso a la filmografía de Alfred Hitchcock).
En ese cristal ha quedado reflejada una sociedad resilente que ha otorgado prioridad absoluta a salvaguardar la vida y evitar contagios bien quedándose en casa, bien batiéndose el cobre en sus puestos de trabajo, obligados a sortear unas complicadas condiciones por inusuales. Refuerzo de la solidaridad y de la cooperación como elemento positivo a sacar de una pandemia que obliga a realizar el doloroso tránsito de la enfermedad en cruel soledad. Mucha fuerza a las personas enfermas.
En ese cristal han quedado también retratados los responsables institucionales vascos que se empeñan a diario en aplicar medidas y reorganizar recursos ante la sacudida vírica mundial. Estas medidas parecen empezar a dar réditos según los indicadores diarios. Ayer nos entristeció conocer el número elevado de fallecimientos. Sin embargo, aliviaba saber que el número de altas hospitalarias dadas en Txagorritxu empieza a ser superior al número de ingresos del día. Segunda reflexión que nos deja la pandemia: la importancia de contar con un buen sistema público de salud, una óptima red socio-sanitaria y una adecuada política social que proteja a las personas más vulnerables. En esto tampoco les ha faltado previsión a nuestros responsables institucionales en esta y en anteriores legislaturas.
Cuando salgamos de esto, y seguro que será antes que después, tendremos que presionar el botón de reinicio mientras meditamos sobre los cambios que nos hemos visto obligados a realizar y si, alguno de estos, merece la pena adoptar y desarrollar. Pienso en la virtualidad del refuerzo educativo online al que los y las profesionales de la enseñanza pública se han visto obligados a realizar a marcha forzada para que nuestros hijos e hijas recuperen, en la medida de lo posible, la pérdida de clases presenciales. Como en la educación y la formación afrontaremos la posibilidad de construir un nuevo futuro en el ámbito de los sistemas de producción, de la conciliación, de la salud, ….
Hace 50 “eneros” que Simon&Garfunkel publicaba “Puentes sobre aguas turbulentas”. Se convirtió en el himno de una generación que vivió momentos inquietantes con profundos cambios sociales. Una sociedad en transformación del “paz y amor” hippie de los 60 a la alucinógena psicodelia de la década de los 70. En 2020 estamos inmersos en la rápida construcción de nuestro particular “puente sobre aguas turbulentas”. Ese que nos permita devolver a las calles de nuestros pueblos y ciudades sus sonidos habituales para enterrar el manto de silencio abrumador que hoy las cubre.
EZ GAITU INORK GELDITUKO!!!