EN PROCESO DE TRANSFORMACIÓN
22/04/2021 | Jose Antonio Suso
El primer principio de la termodinámica nos recuerda que la energía no se crea ni se destruye, se transforma. Sólo encuentro en las personas, y por acumulación en la sociedad, la misma capacidad de transformación.
En el transcurso de un año los puentes aéreos para cumplimentar una jornada laboral, salir de casa con dinero en la cartera, mantener contacto fuera de la unidad familiar, pedir en la tienda de confianza un producto inusual han perdido fuelle en pro del teletrabajo, el pago con teléfono móvil, la videoconferencia o el comercio electrónico. No eran desconocidos pero la pandemia ha servido de silente revulsivo para acelerar su implantación en una sociedad que asumió desde el primer minuto aquello de la “nueva normalidad”. Un concepto ya caduco, sinónimo de incógnita: la que nos hace planearnos cuántos de los cambios que nos ha traído la pandemia vienen para quedarse a conformar una nueva rutina y cómo evolucionará en un futuro próximo el proceso de conversión iniciado.
Veo indicios todos los días en los medios de comunicación. Y traigo a este blog, como primera noticia de impacto, la pérdida de población que Euskadi ha sufrido en este último año, la mayor del siglo. Ronda las 8.000 personas, de las que algo más de 400 se localizan en territorio alavés. Se aducen razones como la pandemia y la no llegada de inmigrantes. Pueden ser argumentos de peso a tener en cuenta pero lo que esta situación pone sobre la mesa es el gradual envejecimiento de la población acompañado por un considerable descenso de la natalidad, gradual con el paso de los años, y sus consecuencias.
Revertir esta situación no parece fácil. Las medidas adoptadas a nivel institucional, centradas en el incremento de las ayudas a la familia ni los programas de conciliación y mejora de las condiciones de trabajo, están siendo efectivas al 100%. Tienen su influencia positiva pero todo hace indicar que existe un cambio de tendencia en una sociedad que ha optado por jibarizar la familia.
Otro impacto. Este martes el Congreso de los Diputados admitía a trámite la proposición de ley de reforma del Código Civil para que los animales sean considerados seres vivos en vez de objetos. Por su bienestar los tribunales podrán decidir el lado hacia el que se inclina la custodia de las mascotas en caso de divorcio o separación. Es una cuestión que concitó unanimidad, salvo por el voto contrario de VOX.
No hay duda del giro dado. Hoy día las mascotas son uno más en nuestros hogares con un peso sentimental importante. Cuando yo era joven las mascotas formaban parte del entorno rural y su presencia estaba sometida al cumplimiento de una determinada función en el medio donde desarrollaban su vida.
Sin duda, se están produciendo cambios significativos. En 48 horas hemos visto nacer y caer tocada de muerte una superliga de futbol de, por y para los clubes más ricos de Europa. No entiendo mucho de futbol pero creo que la propuesta tiene más que ver con el negocio que con el deporte. La polémica ha estado servida. No tengo duda que iniciativas similares, aunque maquilladas, resurgirán con el tiempo. Lo mismo ha sucedido en otros deportes. Sin duda, el fútbol mueve montañas y, sobre todo, mueve millones. La dinámica de gasto en la que se ven inmersos algunos clubes obliga a buscar alternativas que taponen la sangría provocada por fichajes de coste astronómico. Son pocos pero aspiran a seguir aupados a lo más alto de las clasificaciones, sin capacidad para atisbar que los primeros no siempre son los mejores.
La pandemia traerá todavía más cambios pero la sociedad va evolucionando por si misma hacia nuevos modelos que cambiarán las formas de vida en el próximo futuro.